La ansiedad por separación es una fase natural en el desarrollo infantil, especialmente entre los 8 y 18 meses. Aunque es común al iniciar la guardería o tras cambios en la rutina, si los síntomas persisten o afectan la vida diaria, puede ser indicativo de un trastorno.
La ansiedad por separación en los niños es algo que todo padre o madre ha experimentado. Tal vez en formas o niveles de intensidad diferentes, pero no hay niño que no haya manifestado algún malestar ante la separación de su mamá (aunque también puede tratarse del papá, la abuela o la niñera). Evidentemente, no son momentos fáciles de gestionar. Y mucho menos sin sentirse culpables. ¿Quieres saber más y recibir sugerencias sobre la actitud adecuada para acompañar a tu hijo en esta etapa? Le pedimos consejo a Simonetta Scazzosi, psicóloga clínica y psicoterapeuta experta en Psicología Evolutiva y Psicología Escolar. Sigue leyendo para descubrir lo que nos ha contado.
¿Qué es la ansiedad por separación?
La ansiedad por separación en los niños es una emoción que suele aparecer alrededor de los 8 o 9 meses de edad. Se intensifica entre los 12 y 18 meses, y tiende a disminuir de forma natural hacia los tres años. Típicamente, es en esta etapa cuando ocurren eventos desencadenantes: la madre debe volver al trabajo después de la baja por maternidad y hay que acostumbrar al bebé a una nueva niñera. O bien ha llegado el momento de empezar la adaptación a la guardería.
En estos momentos difíciles, el pequeño puede expresar su malestar con reacciones intensas de llanto y protesta. Tú, como madre, te sientes a tu vez desbordada: no sabes cómo manejar los berrinches o el llanto desconsolado, sobre todo porque estás atrapada por la culpa.
Lo primero que hay que hacer es recordar que la ansiedad por separación en los niños es una fase fisiológica y transitoria del desarrollo. Como otros miedos típicos de la infancia. Sin dramatizar, debes activarte para brindar a tu hijo el acompañamiento emocional adecuado.
¿Cómo se manifiesta la ansiedad por separación en los niños?
La separación activa inmediatamente el miedo al abandono, que es el primer gran miedo que un niño pequeño puede experimentar. Durante la fase de separación de la madre, el niño puede mostrar su temor a través de conductas como la espera ansiosa del regreso de su mamá. O bien puede recurrir, casi como si fueran rituales mágicos, a pequeños gestos de despedida (Un último beso y ya está, ¿Cuándo vuelves?, ¿Está llegando mamá?).
El niño llora cuando se va mamá
Algunos niños convierten en rutina el llanto desconsolado cuando su madre se va a trabajar, o representan una y otra vez (durante semanas incluso) escenas repetitivas en las que la mamá se aleja y se da la vuelta varias veces para saludar al niño que la observa desde la ventana, tal vez con lágrimas en los ojos y expresión triste. (Esto ocurre a menudo durante la etapa de adaptación a la escuela infantil).
El niño no quiere estar con la niñera
Otros niños rechazan cualquier contacto con la niñera o se niegan a participar en actividades. Algunos incluso intentan “escapar de su prisión” saliendo corriendo fuera de los espacios permitidos, perseguidos por la cuidadora.
Cuando el niño presenta regresiones
Pueden aparecer comportamientos regresivos: por ejemplo, algunos niños vuelven a mojarse aunque ya usen el orinal desde hace tiempo. O quieren volver a usar el chupete, o se niegan a dormir, hacen muchas rabietas o no quieren comer…
Cuando todas estas conductas se presentan de forma leve y transitoria, no hay que alarmarse. Podemos interpretarlas simplemente como una dificultad de adaptación temporal a la nueva situación. Sin embargo, los adultos que se encargan del cuidado del niño deben tomar estos comportamientos en serio. Y encontrar estrategias para facilitar una evolución positiva.

¿Qué hacer entonces? Lo primero es adoptar una actitud de escucha activa hacia el niño
Los padres que permiten que el niño se separe asumen un rol fundamental en favorecer un proceso saludable de separación y una adaptación positiva a nuevas situaciones. Lo importante es que logren transmitir constantemente al niño una sensación de protección y confianza en sus propios recursos. Reafirmándolo y ayudándolo a contener las emociones negativas que inevitablemente surgirán en este delicado momento del desarrollo.
El adulto debe escuchar las necesidades y las manifestaciones de malestar del niño evitando proyectar sobre él sus propias emociones o expectativas. En el momento concreto de la separación será fundamental hablarle con tono sereno y con palabras simples y claras, para que pueda entender la situación que está viviendo.
Elementos indispensables serán el aliento y la valorización. La tarea de todo educador (ya sea padre, madre, niñera o docente) no es despejarle el camino al niño, sino acompañarlo en su proceso de crecimiento. Ayudándole a gestionar sus miedos paso a paso, con paciencia y de forma gradual.
De esta manera, el miedo a la separación será poco a poco gestionado y superado por el niño. Y tú lo habrás ayudado a dar un paso más hacia la autonomía y la seguridad.
Un último consejo útil
Habla de esta fase con todas las personas que se ocupan de tu hijo, como los abuelos o la niñera. Una estrategia compartida entre todas las figuras de cuidado le ayudará a superar la ansiedad y los temores más rápidamente.
El poder del juego “cucú-tras”
El más clásico de los juegos infantiles, el “cucú-tras” (equivalente al escondite del tipo “bubu-settete”), también es de gran ayuda en esta etapa. La desaparición y reaparición, repetidas como juego ritualizado, ayudan al niño a comprender que quien se va… ¡regresa!
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